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Tenía 18 años y murió tras operarse las amígdalas: el terrible caso de mala praxis que acabó en los juzgados

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El celular sonó a las 3 de la madrugada de un domingo y, de entrada, Cyntia supo que algo andaba mal.

-¿Usted es la mamá de Julieta Viñales?

-Sí, ¿qué pasó? ¿Cómo está ella?

-Tuvo una hemorragia masiva y estamos intentando reanimarla. Es una urgencia. Venga para el hospital, por favor…

La vida de Julieta se apagó para siempre el 3 de marzo de 2020. Tenía apenas 18 años, estudiaba medicina en Buenos Aires y había vuelto a la ciudad de San Juan, Argentina, de donde era, para pasar las fiestas en familia y someterse a una operación de amígdalas que, según le habían comentado, era “simple y de rápida recuperación”. Veinte días después de entrar al quirófano, murió tras una serie de complicaciones que, de acuerdo con la investigación, podrían haberse evitado.

Ahora, el caso llega a juicio. Desde este martes, el médico otorrinolaringólogo Maximiliano Babsía se sentará en el banquillo de los acusados, imputado por homicidio culposo por mala praxis. La familia de Julieta espera que, después de cinco años de dolor y lucha, la Justicia finalmente determine responsabilidades.

Una operación de bajo riesgo que terminó en tragedia: “Mamá, ayúdame, me ahogo”

Todo comenzó en febrero de 2020, cuando Julieta ingresó a la clínica Cáceres de San Juan para operarse de las amígdalas. El procedimiento, a cargo de Babsía, duró una hora y media. “Nos dijo que había salido todo bien, nos recordó que en el post operatorio iba a estar con unas molestias y nada más. Y le recetó ácido tranexámico, una medicación para las hemorragias. Eso me llamó la atención”, evoca Cyntia Aboal, la mamá de Julieta, en conversación con TN.

La recuperación, sin embargo, nunca llegó. Julieta se quejaba de un dolor intenso en la garganta, especialmente del lado derecho. “El médico nos decía que era normal, que había tenido que escarbar más de ese lado. Nos citó para la semana siguiente y nos pidió que nos quedáramos tranquilos”, relata Cyntia.

El viernes por la noche, la pesadilla se desató. “Julieta me gritó desde el baño y, cuando me acerqué, estaba vomitando sangre. ‘Mamá, ayudame, me ahogo’, decía. Ahí se desvaneció y perdió el conocimiento. Salí a pedir ayuda, la llevé en mi camioneta al hospital. Ingresó con un shock hipovolémico, pérdida de conocimiento y pulsaciones muy bajas, pero lograron estabilizarla”, detalla su mamá.

El calvario en los hospitales y la falta de respuestas

Tras la primera hemorragia, Julieta fue trasladada al Hospital Marcial Quiroga y luego al Hospital Guillermo Rawson, el más importante de San Juan. Allí, recuerda Cyntia, Babsía volvió a decirle a la familia que “estaba todo bien” y que la hemorragia era producto del “desprendimiento de una cascarita”.

Pero la situación empeoró. “No le hicieron ningún estudio durante todo ese sábado. El domingo a las 3 de la mañana nos llaman desde el hospital, y nos dicen que mi hija había tenido una nueva hemorragia masiva, que era una urgencia y que la estaban reanimando hacía 40 minutos. Que necesitaban meterla en el quirófano y ella se estaba desangrando”, cuenta Cyntia.

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En medio del caos, los médicos descubrieron que la arteria carótida de Julieta se había roto. “Ahí lo llamaron a Babsía. Cuando lo vimos, estaba sacado y en shock. ‘Papis, sé que están enojados, pero no sé qué pasó’, nos dijo, y a partir de ahí desapareció. Nunca más nos dio una explicación”, sigue la mamá.

Julieta sufrió un paro cardíaco y quedó con muerte cerebral. Tres semanas después, su corazón dejó de latir.

Fuente: TN

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