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El hongo que desafía la muerte: apareció en Chernóbil y podría ser clave para sobrevivir en el espacio

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En uno de los lugares más letales del planeta, las ruinas radioactivas de Chernóbil, fue descubierto un organismo capaz de prosperar donde ninguna forma de vida humana podría: se trata del Cladosporium sphaerospermum, un hongo negro con la capacidad de absorber y aprovechar la radiación como fuente de energía.

Este hallazgo, que comenzó a estudiarse en profundidad en los años 90, hoy despierta un enorme interés en la ciencia espacial, la medicina y la biotecnología.

El hongo fue descrito por primera vez en 1886, pero su potencial revolucionario no fue evidente hasta después del desastre nuclear de Chernóbil en 1986.

A pesar de los altos niveles de radiación en la planta ucraniana, el Cladosporium sphaerospermum no solo sobrevivía en las paredes del reactor, sino que crecía vigorosamente.

El secreto de su resistencia radica en su alta concentración de melanina, el mismo pigmento que da color a la piel humana, pero que en este hongo cumple una función energética: absorbe la radiación y la transforma en energía mediante un proceso llamado radiosíntesis, similar a la fotosíntesis en las plantas.

En 2019, científicos de la Nasa y de la Universidad de Stanford llevaron este hongo al espacio. Durante 30 días en la Estación Espacial Internacional, el hongo fue expuesto a la microgravedad y a la radiación cósmica. Los resultados fueron sorprendentes: no solo sobrevivió, sino que redujo la radiación en su entorno en un 2% usando apenas una capa de unos milímetros.

Esto confirmó el potencial del Cladosporium sphaerospermum como un escudo biológico contra la radiación, algo fundamental para futuras misiones tripuladas a Marte.

¿Por qué este hongo es importante para viajar a Marte?

Marte posee una atmósfera mucho más delgada que la Tierra y carece de un campo magnético que proteja su superficie de la radiación solar y cósmica.

En este contexto, el hongo negro podría actuar como un material de protección biológica, más liviano y sustentable que los tradicionales blindajes metálicos.

Además, su capacidad de autoreplicarse y adaptarse a su entorno lo convierte en un recurso valioso para misiones de larga duración, incluso formando parte de hábitats espaciales o estructuras construidas con suelo marciano.

Fuente: La Patilla

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