TENDENCIAS

La ingeniosa propuesta de un inventor venezolano para transformar un líquido venenoso en biocombustible

La curiosidad llevó a un venezolano a interesarse por un líquido fétido y venenoso que surgía del prensado de la yuca, un tubérculo originario de Suramérica, utilizado para elaborar un alimento ancestral. Tras experimentar en su laboratorio, comprobó que de esa sustancia, que suele ser desechada, podía obtener biocombustible.

José Gregorio Jiménez es un inventor popular que nació en el estado Carabobo (centro norte), donde se encuentra uno de los principales parques industriales venezolanos y se concentra buena parte de la producción agrícola. Se graduó como técnico superior universitario en Tecnología Electrónica.

Su propuesta de generar combustible no fósil con el desperdicio de la yuca le ha otorgado varias reconocimientos y satisfacciones, a pesar de que su aplicación, con costos que pudieran ser 70 % más bajos que los de la producción de gasolina, no se ha hecho extensiva en el país. Sin embargo, confía que ante el complejo panorama de las sanciones, que dificultan la importación de tecnología en Venezuela y la entrada de los componentes para producir gasolina, su proyecto pueda tener un reimpulso.

 

 

Primero el casabe

Para comprender cómo se produce el etanol a base de yuca, es necesario hablar previamente de la elaboración de un alimento ancestral americano que se hace con este tubérculo. Se trata del casabe, una torta crujiente, plana y sin levadura, surgida de una variedad de yuca amarga.

En Venezuela es la base alimenticia de varios pueblos originarios, tanto de la región norte como sur, y es consumido por una buena parte del país. Su fabricación puede ser artesanal o industrial.

Para obtener el casabe, inicialmente, el tubérculo debe rallarse y prensarse. Tras ese proceso, la yuca pierde entre 60 y 80 % de su volumen y suelta una sustancia lechosa, amarga, almidonada y de olor fétido.

El líquido que surge, denominado ‘yare’, es venenoso, porque posee un alto contenido de cianuro. Debido a que no puede ser aprovechado, se descarta y se vierte a un pozo séptico, donde se produce metanol, un gas de efecto invernadero.

Del veneno al etanol

Para que el ‘yare’ se transforme en etanol se realiza la filtración, seguida de la pasteurización, para eliminar las bacterias que se encuentran naturalmente en el líquido. Posteriormente, se efectúa un proceso enzimático o hidrólisis enzimática, «que es el secreto industrial» o la tecnología que descubrió Jiménez.

Luego de la hidrólisis enzimática viene la hidrolización, que corresponde a la subdivisión de las moléculas de la sustancia. Entonces, los almidones presentes en el ‘yare’ se transforman en azúcares primarios como la glucosa y la sacarosa.

«Estos dos tipos de azúcares reaccionan o fermentan con levaduras, las que se utilizan para la cerveza o para el pan, y hacen que se transformen en alcohol y dióxido de carbono», dice el inventor popular.

Un descubrimiento inesperado

Jiménez aclara que no es químico y que le tocó aprender lo necesario para poder llevar adelante su proyecto. Como tantos otros inventos de la historia, el descubrimiento del ‘Yaretanol’ fue accidental.

Recuerda que en 2006 durante una visita a la zona del Campo de Carabobo, en su estado de origen, llegó junto a un amigo al sector El Rincón, donde se hace casabe desde hace más de cien años. En ese lugar pudo ver el proceso completo de cómo se producía artesanalmente.

Al ver y escuchar sobre el ‘yare’ pidió una muestra. A partir de ella comenzó su investigación, que se ha desarrollado por aproximadamente catorce años.

Etanol sin maíz

La propuesta de Jiménez para elaborar biocombustible tiene una diferencia fundamental con la producción de etanol a base de maíz. La variedad de yuca amarga no es comestible y es un desecho agroindustrial, mientras que el cereal es uno de los alimentos más importantes del mundo.

Pero no solo el tubérculo que da pie al casabe es candidato para la generación de etanol. El investigador ha hecho muchas pruebas «porque la idea no es hacerlo con el alimento sino con sus desechos».

Como ejemplo de insumos para el combustible de origen vegetal habla de las papas pequeñas, que son descartadas por los agricultores porque no tienen el tamaño ni la calidad requeridas; las zanahorias, las remolachas y cualquier subproducto que tenga azúcar o almidones.

Además, está probando con algas, tanto de agua dulce como salada, para producir alimentos y biodiesel.

¿Por qué el proyecto no arranca?

Jiménez manifiesta que su proyecto tiene una etapa de desarrollo, de puesta en marcha y de consolidación. A pesar de que ya tiene más de diez años trabajando en él, no ha logrado su aplicación a gran escala.

«Venimos de un país que depende del petróleo, entonces crear un componente similar que sustituye a la gasolina es una competencia contra una empresa que domina muchos ámbitos», afirma.

Otro tema que dificulta su cristalización es el presupuesto, pues el costo de una planta productora de etanol que surta al país no puede ser financiado por una persona. «Este es un proyecto de Estado y estoy dispuesto a sentarme con el presidente Maduro para que logremos aplicarlo en el país de origen».

El tecnólogo asevera que años atrás no existían las necesidades actuales y que esta es una buena oportunidad para desarrollarlo. «No es un proyecto personal, la idea es que sea aplicado acá, con la participación de los países aliados, porque requiere una inversión importante para generar una fuente renovable de biocombustibles y alimentos», agrega.

¿Cuánto le ahorraría la propuesta al país?

Frente a una economía surcada por las sanciones y el bloqueo de las cuentas del Estado venezolano en el exterior, lo que dificulta la compra de maquinarias y repuestos, Jiménez explica que la ventaja de su propuesta es que ha sido desarrollada totalmente en el país suramericano. Esto incluye las enzimas, los equipos, las plantas de destilación, entre otros. «Todo se ha ido perfeccionando sin necesitar ningún tipo de importación», sostiene.

La producción de etanol cuesta 70 % menos que la de gasolina y puede ser utilizado como aditivo del combustible en una escala que va del 10 % al 50 %.

Además de la generación de combustible se produciría la harina que se utiliza en el sector casabero, que sirve para el consumo humano y animal.

«Es un producto 100 % amigable con el ambiente, que genera una baja del 50 % de las emisiones de monóxido de carbono y un mejoramiento en el desempeño de los vehículos, porque sube el octanaje», dice.

Afirma que además de disminuir las emisiones de dióxido de carbono, se podría captar este gas de efecto invernadero con la siembra de múltiples hectáreas de yuca y otros productos para generar etanol.

«Es un producto prácticamente inagotable porque es 100 % renovable y Venezuela cuenta con un territorio bastante amplio, donde el 75 % del país puede ser utilizado para sembrar yuca y otros rubros».

Reconocimientos

Jiménez ha recibido reconocimientos tanto dentro como fuera del país suramericano. El primero obtenido en Venezuela fue Premio del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), en 2008. Un año después le otorgaron el Premio Nacional de la Inventiva Tecnológica Popular Luis Zambrano.

Su proyecto ha sido distinguido también en ciudades como Bogotá (2009); Ámsterdam (2010), donde quedó en tercer lugar en el Congreso Mundial de Biocombustible y en Dubai (2011), donde fue galardonado con el premio Buenas Prácticas para Mejorar las Condiciones de Vida, 2011.

Fuente: RT