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La aterradora historia de sacerdote en Colombia que violaba a un niño monaguillo mientras había misa

La mano derecha con la que el sacerdote repartió bendiciones la usó para desvestir a la fuerza a un niño de 10 años en Medellín. Los santos de la parroquia fueron testigos del viacrucis que padeció. Según datos de la Arquidiócesis, 26 curas han sido investigados por la Fiscalía General de la Nación por delitos sexuales cometidos contra menores de edad.

Sebastián* estaba en la sacristía de la iglesia, donde ofreció el servicio de monaguillo, cuando el padre Julio lo agarró con firmeza, le arrancó la ropa y lo obligó a meterse sus genitales en la boca. Mientras le caían lágrimas y trataba de soltarse, en el fondo se escuchaban los cantos de los feligreses y las palabras bíblicas sobre la Divina Misericordia.

Le advirtió que no podía contar lo que había sucedido porque nadie le creería. El niño guardó silencio y la escena se repitió tres veces: cuando se alistaba en un baño para darse un chapuzón en la piscina del seminario y luego de terminar eucaristías. Siempre tuvo la sotana encima, un crucifijo colgado del cuello y una mirada que solo conocieron los niños.

“Empujó la puerta del baño, me quitó la ropa, me pidió hacerle sexo oral, me penetró y me amenazó para que no dijera lo que había pasado”, relató el menor ante un fiscal y señaló como responsable a un alto jerarca de la Iglesia católica en Antioquia. Medicina Legal confirmó su pesadilla y la familia del cura trató de tumbar la denuncia con dinero.

A los parientes del menor les ofrecieron diez millones de pesos a cambio del silencio. La propuesta fue rechazada porque la plata no les calmaba el dolor y siguieron buscando justicia en un tribunal de la ciudad. Cada paso que daban los hundía en la tristeza: “En la iglesia respondieron que yo me lo había buscado y que ellos no tenían responsabilidad”.

Sebastián se llenó de culpa, trató de quitarse la vida y retomó la tranquilidad que le arrebató el padre con medicamentos para hacerle contrapeso a la depresión. En sus brazos están las huellas del aterrador episodio: “Cuando recordaba todo lo que pasó, me cortaba las venas y terminaba en los hospitales. En total, hay 36 marcas de ese horrible momento”.

Un juez privó de la libertad durante tres años al cura y, tras cumplir la condena, volvió a socializar la palabra de Dios entre la multitud. Otros seis que enfrentaron las mismas denuncias por abuso sexual en Medellín retornaron a las parroquias, dos más tienen el ministerio limitado y seis están tras las rejas por ser un peligro para la sociedad.

El fallo no convenció a la víctima y la banda delincuencial que opera en su barrio le propuso asesinarlo porque la justicia por mano propia, en algunas calles de la ciudad, tiene más peso que la del Estado. Sin embargo, la necesidad del perdón que le inculcaron en la iglesia “no me permitió hacerlo, ¿cómo alguien va a morir por mi culpa? No”, dijo.

Lo que hizo fue alejarse de los sacerdotes e instar a otros niños a denunciar. En el camino de la defensa por los derechos humanos de los más pequeños, se ha encontrado con testimonios dolorosos: “Un acólito fue emborrachado con vino de consagrar para que se dejara abusar del cura y también le dio marihuana en un apartamento de Laureles”.

Muchos casos ocurridos en la intimidad de la iglesia se quedan sin responsables porque la Fiscalía no carga con los elementos probatorios, más allá del testimonio de la víctima, para evidenciar las violencias. El abogado Carlos López, experto en la materia, refirió que varios abusos se quedan en el camino porque no hay conclusiones objetivas en el proceso penal.

Fuente: Semana