Pompilio Martínez: Un artista de la sal de Las Cumaraguas
Entre la sal de Las Cumaraguas y la dulzura de un alma libre ha transcurrido la existencia de Pompilio José Martínez, quien con sus 94 años encima, sigue sonriendo y evocando recuerdos que iluminan su mirada, al revivir esos momentos de la Paraguaná de antaño.
Sentado frente a su casa, se acomoda en su silla para dar a conocer sus inicios en esa salina que le abrió las puertas para ganar el sustento, poder casarse con Remígida Álvarez y tener lo suficiente para sostener a su descendencia, la cual llegó a ser de 14 hijos. El caballero salinero, con su lenguaje elocuente y muy paraguanero, manifestó sus vivencias.
“Ya no es como antes, aquí me he comido las verdes, las maduras, las dulces y las saladas (risas). Cuando llegué aquí esto era un desierto; la primera zafra de la sal fue en el año de 1943, no teníamos palas y con una tabla escarbábamos la sal y llenábamos sacos con totuma y cargábamos en el lomo o en parihuela cada saco que lo pagaban a un real, (0,50 bs), pero con eso nos remediábamos, en una semana podíamos hacer hasta quinientos bolos”.
“La explotación era anual.Al principio estábamos solo las familias de por aquí, pero al poco tiempo se corrió la voz y venía gente de todas partes y se alojaban en ranchitos que construían por la temporada, trabajábamos hasta 12 mil personas al mismo tiempo, pero nadie pasaba hambre, porque había trabajo pa´todo el mundo, el que pasaba trabajo era por flojo, porque no le gustaba trabajar”.
Cuenta Pompilio que al poco tiempo de iniciar los trabajos en Las Cumaraguas, donde cada quien extraía el producto a su manera y lo comercializaba por cuenta propia, llegó el primer contratista, Luis Barbera, un cumarebero que había adquirido la concesión, quien se presentó y dijo- “saquen sal como puedan que yo vengo el viernes a pagar”, pasaron seis meses y el fulano reapareció, después que los trabajadores estábamos cansados de esperar y teníamos deudas a granel, por lo que le compusimos una décima, que dice así…
“Eso pensó Luis Barbera cuando llegó a la salina, hablar por la ley gomera, con la gente campesina, este hombre es un cuerpo espina del cuerpo trabajador, vino el modelo español con régimen gomecista, que escasez de contratista tiene esta explotación.
Hicimos un movimiento para poder reclamar que a orillas de un manantial no tenemos campamento, si hay un nuevo reglamento vuelvo a hablar con alegría, si dan pala y carretilla y carpa con ensera’o, que el obrero está hospedado en ranchitos de varilla.
Están sufriendo personal, hogares y comerciantes, y nosotros los explotantes de esta obra ministerial. No hay un pago semanal para cumplir al pulpero y a nosotros los obreros ha venido un embajador a invadir un cuerpo entero”.
Continúa Pompilio: “Ese contratista no duró mucho, un italiano vino después. Aquí no se conocía lo que era el comisariato, pero llegó el doctor que ya se me olvidó hasta el nombre y nos dijo ‘saquen sal hasta que llenen la orilla y yo vengo el viernes a pagar, si no vengo, ahí está el comisariato, saquen fiado y cuando les pague, saldan sus cuentas’. También se tardó en volver, pero nos remediábamos con el comisariato, también tiene su décima, que nada más recuerdo un poquito”.
“Este doctor italiano pa’ pagar se da un postín, que le paga al soberano con potes de leche Klim, sacando sal a montón que no da ni pa´ un pantalón, mucho menos pa´ un zapato, todo pa´ese viejo pelón que está en el comisariato”.
Han sido tantas vivencias las que ha transcurrido este paraguanero en medio de su salina y la dulzura de su esposa, doña Remígida Álvarez de Martínez, con quien ha estado casado los últimos sesenta y tres años, y a quien dice amar como el primer día.
Allí, entre la sal y el monte, continúan anclados a su terruño peninsular, donde han visto crecer a sus hijos, nietos y tataranietos, donde siguen esperanzados en que vendrán mejores tiempos para los trabajadores de la sal, en Las Cumaraguas, parroquia El Vínculo del municipio Falcón.
Fuente: Prensa Corpotulipa