SUCESOS

El asesino de dos adolescentes en Táchira asistió a sus velorios, entierros y rezos

El presunto autor del doble crimen, identificado como J.J. Rengifo López, de 33 años de edad, estaba molesto porque su vecinita de 16 años no respondía a sus pretensiones amorosas y al enterarse que esta había entablado relación con un joven entró en cólera y, cegado por los celos, la atacó con arma blanca. También está acusado de matar a un estudiante de 15 años, amigo de la primera víctima, quien al momento de acudir en su auxilio recibió 34 puñaladas, reseña el diario La Nación.

Las autoridades identificaron a los fallecidos como Karla Luzbey Sánchez, estudiante; su amigo y compañero de estudios, Énder Alexánder Castillo Prieto. Ambos presentaban múltiples heridas con arma blanca. La muchacha sufrió tres heridas, en tanto que en el joven se localizaron 34, lo que era una muestra del ensañamiento con que fue atacado.

La madre de la menor recordó que cuando llegaba a su casa observó un cuerpo en el piso y a un hombre que corría hacia la zona boscosa, al adelantar algunos metros, se percató que se trataba de su hija. Un poco más allá estaba el cuerpo de Castillo Prieto.

La mujer comenzó a gritar en solicitud de auxilio y entre las primeras personas que acudieron en su ayuda estaba su vecino, Juan Rengifo, que en medio de exclamaciones se abalanzó sobre el cuerpo de la joven, a quien le aplicó maniobras de reanimación, sin éxito alguno. Juan dijo que no había logrado reanimar a la muchacha, pese a sus esfuerzos, y seguidamente se abocó a consolar a los atribulados familiares.

El exceso de colaboración de Juan Rengifo llamó la atención de los investigadores, que lo incluyeron en la lista de sospechosos y discretamente comenzaron a investigarlo. Supieron que hasta el mes de noviembre laboró como matarife en un matadero de reses de la zona sur del estado Táchira y que era propietario de una finca dedicada a la cría de cachamas, conocida como “La Carolina”, que también colindaba con la casa de la estudiante asesinada. Era una persona de plena confianza por parte de la familia Sánchez, ya que lo conocían de años.

El desmedido interés de Juan por saber cómo iban las investigaciones también llamó a sospechas y la sonrisa que se dibujaba en su rostro cuando los detectives le comentaban que no tenían nada y estaban desorientados, no pasó desapercibida.

El sujeto no sabía que estaba siendo investigado de manera discreta.

Los funcionarios se enteraron que Juan no solo trató de prestar ayuda a las víctimas y colaboró al momento de proceder al levantamiento de los cadáveres, sino que además asistió al velorio, al entierro, y a los rezos novenarios. Estaba muy atento a la reacción de la familia y el comportamiento de la policía, al tiempo que no se cansaba de hablar sobre la amistad y el gran cariño que sentía por la muchacha asesinada.

Discretamente, los detectives lograron averiguar que, desde el mismo día en que ocurrió el doble homicidio, el comportamiento de Juan sufrió un cambio radical. El hombre, tranquilo y amable, de pronto se tornó huraño y agresivo, lo cual iba en aumento a medida que pasaban los días. Se volvió agresivo con su esposa, a quien atacó en varias oportunidades, y ya no podía dormir con tranquilidad. En las noches despertaba azarado, bañado en sudor y muy nervioso.

Pronto la atención policial se centra en él y procurando no despertar sospechas tratan el tema de su comportamiento y este se limita a decir que el crimen lo había impactado mucho por la amistad que tenía con la joven. Una revisión del celular de la estudiante fallecida permitió descubrir que la misma había iniciado una relación amorosa con un joven del sector y que recibía mensajes de texto de parte de la esposa de Juan, como amiga, pero al indagar más se estableció que algunos de estos mensajes no habían sido escritos por la mujer, sino por su esposo.

Poco a poco, el círculo se fue cerrando y se descubrió el interés del individuo por la joven, a quien en varias oportunidades le propuso entablar una relación amorosa, lo cual era rechazado por la muchacha. Juan, atormentado por ese amor no correspondido, va asumiendo un comportamiento violento y al enterarse que estaba de novia con un muchacho de la zona se enfurece, hasta el punto de amenazarla.

Fuente: La Nación